En la reseña de hoy toca hablar sobre Protagonista, el comic que cuenta con el guión de José “Dayo” Altozano
(https://twitter.com/DayoScript) y
con un apartado artístico, es decir, planificación, dibujo y color, en manos de, respectivamente, Ulises Lafuente (https://twitter.com/RataUnderground),
Pablo Ilych (https://twitter.com/Pabloilyich)
y Andrés Garrido (https://twitter.com/andreslaoveja).
David va a la universidad y acaba de cumplir años. Tras un
festejo que no termina de ser ni de su gusto ni del de sus mejores amigos, Pedro y
María, el joven vuelve a su casa para descansar y dormir. Cual no será su sorpresa
cuando Kawachii, un gato parlante y alado, le despierte, aclamándole como el
Heraldo del Cambio, héroe destinado a transformar el mundo. Pero puede que esta
no sea una aventura tan sencilla como las de las películas y los videojuegos…
Hay varias maneras de definir Protagonista: una es la parodia de los arquetipos clásicos del
manga y el anime; otra es el fracaso de un héroe, y no solo a nivel heroico,
sino también a nivel personal y vital. Sea como sea, este comic siempre dirá
algo a quién lo lea.
Desde el punto de vista paródico, ya en cuánto se ve a
Kawachii uno entiende la referencia a historietas como Cardcaptor Sakura o Sailor
Moon, con animales mágicos que hacen de amigos, consejeros y guías de los
personajes principales. Y aquí viene el primer golpe de efecto: Kawachii es un
compañero fiel, pero es un guía pésimo para David y apenas sabe asesorarle cómo
es debido. Lo mismo se puede decir de los estrictos maestros y de los
personajes femeninos que solamente son una cara bonita: son puestos en ridículo
a través de las figuras de Hagate y Namimi, respectivamente, el primero con una
empatía casi nula en lo referente a su discípulo, y la segunda apenas aportando
nada a la trama más que el atractivo físico (atacando duramente el fanservice).
Tres cuartos de lo mismo se puede aplicar al villano de la obra, Nageku:
sabemos que su objetivo es invocar al demonio Asmodeo para destruir el mundo…
pero nada más. Ni pasado, ni motivaciones. Está hueco. Y todo esto no es
casualidad, ya que Dayo ataca todos estos tópicos nipones para resaltar lo absurdos
y/o nocivos que son en muchos casos; y no de manera simpática como ya hiciera
Jesulink, sino de forma mucho más caústica.
Respecto a la caída del héroe: David no es un buen ejemplo
de persona, con su talante ciertamente egoísta y que mira antes por sí mismo
que por los demás. El hecho de que padezca depresión es un aliciente interesante
y, sumado a todo lo anterior, es una llamada de atención impactante para afear
conductas negativas como las ya referidas. Y como ejemplos de lo anterior, el
momento en que David es incapaz de conectar como ser humano con Pedro cuando
este está atravesando una experiencia traumática llena de remordimientos o el
hecho de que sea incapaz de prestar atención a los problemas de María con
Carlos, su antiguo novio. A modo de curiosidad: Pedro y María, amigos reales,
son mucho más realistas y mucho menos planos que los ya mencionados Hagate y
Namimi. Volviendo a David, vale la pena señalar que si bien sí que quiere ser
un héroe y ser el protagonista de un suceso importante, no lo hace en pos de
ayudar al prójimo, sino por poderse poner realmente al mando de su vida y
sentirse importante, algo que le hará equivocarse
y cometer muchos errores de distinto tipo. De criticar algo en este sentido, sería que hay
determinados momentos o escenas de su periplo protagónico que no reciben todo
el detenimiento que merecen y que dan la sensación de no haberse detallo o explicado
todo lo que deberían. Fuera de esto, el final de la odisea de David, tras una
primera lectura, Dayo consigue un efecto demoledor: deja mal cuerpo en el
lector. Y lo hace con momentos duros, sí, pero más que valiéndose del
melodrama, lo logra con el uso de las malas decisiones y malas maneras de
afrontar la vida.
Ahora bien, frente a esta manera tan deprimente de acabar el
tebeo, hay un pequeño resquicio de esperanza al que uno puede aferrarse. En la
segunda lectura, un servidor prestó más atención a una viñeta (página 15,
aunque es difícil de decir al no estar numeradas) en la que se aprecia que, en
el ordenador de David, este lleva sin tocar un documento llamado “guion” cerca de un año. Pues bien, los sucesos extraordinarios en la narración no empiezan a suceder hasta después de la visualización de la pantalla y del documento. Y, al estar las últimas escenas del tebeo visualizadas como un
comic dentro de un comic, se puede interpretar que David ha canalizado toda su
frustración y depresión en una obra artística. Y que me perdone el guionista si
caigo (y casi seguro que es así) en la tan peligrosa sobreinterpretación, ya
que es eso, o compararnos con David por el paralelismo de la primera y la
última página.
Respecto al dibujo, pese a que el proceso de abocetado lo
llevó a cabo Ulises Lafuente (de forma muy cinematográfica, además), el trabajo con los lápices y tintas como tal ha
estado a cargo de Pablo Ilych. El dibujo de este respeta mucho al guión en lo
referente a diferenciar lo realista de lo más inverosímil sobre el papel. Así,
mientras que el vestuario de Pedro y María es indistinguible del nuestro, el de
Hagate y Namimi parecen más propios de un videojuego o de una película subida
de tono. Mención especial para Kawachii, por la apariencia de dibujo anime que
contrasta bastante bien con la del resto del elenco. De hecho, brilla con luz
propia, casi como si fuera un faro, sobresaliendo en esta labor el coloreado de
Andrés Garrido. El susodicho, además, logra usar muy bien diversas tonalidades
para transmitir el sentido trágico de la historia, tal y como con los lilas
tras el primer encuentro con Nageku o los verdes tras del velatorio. Volviendo
a Ilych, es capaz de dar lugar lo mismo a escenas costumbristas, tal y como las
de la vida universitaria o las de una discoteca, y al mismo tiempo otras mucho
más crudas y desagradables, tal y como la de cierto personaje desangrándose o
la de otro siendo asfixiado entre lágrimas. Poca belleza en el sentido estricto
de la palabra hay entre las páginas de este tebeo, salvo quizás la mirada de
genuino arrobamiento de Kawachii hacia David o la María hacia el familiar.
En conclusión, si os gustan las tragedias que esconden
reflexiones tanto sobre la literatura como sobre el ser humano, con unas
cuantas vueltas de tuerca ácidas sobre arquetipos varios, no dudéis en leer
Protagonista. Podéis haceros con este comic de 166 páginas gracias a la
editorial Vivelibro y a los mecenas que creyeron en este proyecto de
micromecenazgo por un precio de 25€: https://editorial.vivelibro.com/products/protagonista
Por último, la dedicatoria que me hizo Dayo en el tomo
después de la presentación de esta obra en Omega Center, allá por septiembre de
2019 y que yo no habría conseguido se no ser por la amabilidad del
autor y la buena fortuna de toparme con él antes de que se alejase demasiado de la librería. ¡Gracias de nuevo!
Menudo cómic de mierda y súper pretencioso. Para mí Dayo estaba más concentrado en el subtexto y proyectar el cómo él se veía en el pasado (siempre se tira mierda así mismo cuando recuerda cómo era antes), que... bueno, en el texto. En lograr que me importaran sus personajes. En demostrarme que los amigos hablen como personas normales, porque dios mío, sus diálogos son terribles. Aquél momento en que Pedro se lamenta por haber matado a alguien lo quitas y el cómic no cambia. Luego el arco de entrenamiento hace que me surja preguntarme si es que cuántos arcos de entrenamiento habrá visto Dayo en el manga/anime para hacer esta basura de segmento de cuarenta páginas? Y digo, para mí esto más que nada representa bastante el cómo Dayo a lo largo de los últimos años, demostró sus ganas de desvincularse más y más del manga/anime. Con tanto desprecio que le salió esta bazofia pretenciosa.
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