Hace casi 15 años recuerdo haber asistido a una conferencia en el Expomanga de Madrid en la que se presentaba la Línea Gaijin. Pese a que no faltaron críticas y escepticismo sobre si lo que allí se hacía podía ser considerado manga o no, se dió el pistoletazo de salida a una tendencia que ha seguido avanzando: ya por aquellos años también Nowevolution y Ediciones Babylon ayudaron a cimentar la validez del término y, andando el tiempo, Planeta Manga lo terminó de consolidar, de tal manera que cada vez más editoriales apuestan por el manga patrio. Y de eso va la presente entrada: tres mangas españoles de distintas editoriales y de muy distinta naturaleza.
En Happy Egg, de Kaise (https://www.instagram.com/kaise_art/), Pinipa es una chica que, al igual que sus mejores amigos, está obligada a desempeñar trabajos muy repetitivos y tediosos hasta que sea anciana y se jubile, siendo una de sus pocas diversiones los recreativos y las series de televisión. Pero un día como cualquier otro, por un fallo del sistema, Pinipa pasa a ser considerada como una jubilada, sin saber muy bien qué hacer con tanto tiempo libre. ¿Conseguirá obtener así el Happy Egg, un premio de las recreativas que garantiza la felicidad a su poseedor?
Lo que empieza aparentemente como una obra alocada, desenfadada y con bastante de absurdo (como la mítica Bobobo), degenera poco a poco en algo mucho más serio, profundo e incluso oscuro. Así, de esta manera, se tocan temas como la depresión, nuestro lugar en el mundo, el tener o no tener metas vitales, la psicosis, el libre albedrío... por lo que su lectura tiene bastante de filosófica y psicológica. La obra, por tanto, puede hacerse durilla de leer, sin faltar momentos desagradables o desesperanzadores para Pinipa y los suyos, muchas veces con un aura de delirio y pesadilla. Esto queda bien plasmado en las viñetas gracias al buen hacer de su dibujante, puesto que Kaise es capaz de ilustrar lo mismo escenas introspectivas y de tormento o sadismo, que otras más tranquilas, de amistad, hermanamiento, esperanza o de comedia de muy distinto tipo, con unos sombreados con bastante trabajo detrás.
En Hysteria, de Segio Hernández (https://www.instagram.com/sergiohernandezautor/) y Lolita Aldea (https://x.com/LolitaAldea), Marcus es un detective de la ciudad de Hysteria al que le mandan investigar un caso de lo más extraño: averiguar por qué Linda, la hija adoptiva del rico y poderoso Nathaniel Sellers, pese a tener ya 9 años, sigue teniendo el aspecto y el tamaño de un bebé.
De esta obra ya empecé a reseñar sus primeros capítulos cuando estos fueron saliendo en los números 17, por un lado, y del 18 al 20, por otro, de la revista Planeta Manga. Lo bueno de tener el tomo ya acabado en las manos es que se puede apreciar que la mayor parte de las inconsistencias no eran tales (salvo la supervivencia sin medidas de seguridad de la que cuidadora de los drogadictos monstruosos y antropófagos del segundo capítulo). La obra, como relato cyberpunk, cumple de maravilla: ciudad gigantesca con muchísima corrupción y crimen, una humanidad muy avanzada en lo tecnológico pero que degenera en lo moral e incluso en lo físico, sensación de decadencia generalizada con elementos como la droga Novum o que ya no haya apenas niños... El tebeo, por otra parte, tiene una doble narración que hace que cada capítulo sea muy entretenido, por ir saltando entre dos puntos de vista muy distintos: el principal, el de los detectives Marcus y Verónica tras el misterio de Linda, y el secundario, con Nina, una joven que, tras vivir mucho tiempo en la naturaleza, tras una tragedia familiar, inicia un periplo para llegar hasta Hysteria por ser de allí su madre biológica; las dos historias, como no podía ser de otra manera, acaban por coincidir y, aunque hay una gran revelación que se puede ver venir, el final deja con buen sabor de boca. El dibujo de Lolita Aldea, por otra parte, se adapta muy bien a la presente distopía, lo mismo con escenarios que reflejan lujosos rascacielos que páramos o antros infectos, que con personajes que entran rápidamente por los ojos como Marcus, Verónica, Nina o Damon, así como con lo que a transhumanismo se refiere, como por ejemplo con todo lo relacionado con el Culto.
En Panda Emporium Café, de Kamapon (https://www.instagram.com/kamapon_art/), Liam es un traductor de una editorial explotado por su jefe y que, tras entrar en una cafetería en horas bajas, tiene un flechazo con Alex, el camarero. Pero entre que el uno es muy tímido y el otro es distante y tiene heridas del pasado todavía abiertas... ¿triunfará el amor entre ambos?
Historia de amor bastante bonita y que, a fuego lento, se toma su tiempo para ir fraguando la relación de los dos protagonistas. Cada uno de ellos tiene una personalidad bien marcada que les hace diferenciarse con facilidad pese a algunos puntos en común y se hacen muy tiernos de ver interactuando. Eso sí y sin entrar en detalles: tras una escena en la que casi se perpetra una violación, lo último que le debería apetecer a la víctima es tener sexo. Pese a este fallo, la obra se deja leer muy bien: dan ganas de ver cómo mejora la vida de Liam y Alex, la tía de este último es una amor de persona, también dan ganas de que obtenga la cafetería más clientela... El dibujo de Pandapon, por otra parte, ha mejorado en mucho desde que se reseñase por aquí Otakus y mazmorras y si bien es cierto que hay poquitos fondos, queda esto más que compensado con la expresividad facial de Liam, Alex y compañía, así como con lo apetitoso que resulta a la vista los platos y cafés preparados en la cafetería que da nombre al tebeo.