martes, 17 de diciembre de 2024

Crónica del Salón del Cómic de Zaragoza de 2024: viernes 13

Por cuarta ocasión tuve el placer de asistir al Salón del Cómic de Zaragoza un año más y por cuarta vez la organización me concedió pases de prensa que aprovecho para agradecer por aquí antes de empezar la presente crónica.



A eso de las 16:30 empezó el evento comiquero aragonés y, como suele ser costumbre, el viernes fue el día más tranquilo para circular por el mismo. Poco después de entrar ya se percibía algo encantador: puestos llenos de tebeos, ya fueran de editoriales o librerías, con el público curioseando, hojeando, leyendo y comprando tomos. Algo de merchandising, por supuesto, también había, pero el salón del cómic fue, ante todo, un salón de cómic y no de mercadotecnia.



Pero a lo jugoso de estas ocasiones: los autores dedicando su obra. Y el estreno de esta edición lo obtuvo un servidor con un veterano de estas citas como es Jordi Bayarri, de tal manera que pasaron a mi poder el segundo tomo de Crónicas de un calzador de mesas y su Ramón y Cajal de su Colección de Científicos, saga biográfica de cuyo éxito me alegro enormemente por como acerca la cultura a los lectores más pequeños.  

 


Entre que uno callejeaba por los tres pasillos del Auditorio de Zaragoza (y con la siempre enternecedora imagen de los padres transmitiéndoles a sus hijos el amor por el noveno arte), me topé con el stand de Fandogamia y, allí dentro, con María Jiménez, autora que se puso manos a la obra para dedicarme Entre enfermeras.

 


No mucho después, divisé al veterano Antonio Altarriba. Entre que me dedicaba El cielo en la cabeza, estuvimos hablando sobre Ruanda, el Congo y todo lo que había detrás del cómic, documentación incluida. Hablaba tan bien y con tanto donaire que probablemente, de no haberla tenido ya, lo hubiera comprado de haber oído su oratoria… tal y como pasó con Raquel Asorey, la estupendísima fotógrafa a las que los lectores de este artículo pueden agradecer las fotos de esta crónica.

 


De Norma pasamos a Grafito, editorial que casi de manera constante tenía uno o varios autores dedicando sus obras. Pasaba a mi poder, en esta tesitura y con boceto incluido, la segunda parte de Vampi, así como más adelante algún regalito también dedicado, pero para sus futuros dueños.  

 


Sin duda el punto de encuentro más transitado para aquellos que querían tener su obra dedicada por guionistas e ilustradores fue la zona de firmas de autores, la cual no pasaba desapercibida para los visitantes por dos motivos: por un lado, su grande, bello y colorido cartel y, por otro, la presencia casi continua de gente que hacía colas para obtener dibujos y rúbricas de los artistas allí presentes. Así, por ejemplo, un servidor consiguió sus buenas ilustraciones en ¡Jaca sublevada! de Manuel Granell y Juanarete. Sin embargo, es de justicia decir que, con diferencia, los autores más cotizados y solicitados fueron Aneke y Paco Roca; y es que para este último la organización se vio incluso obligada a repartir un número limitado de papeletas entre los asistentes para que el entrañable autor valenciano pudiera descansar en algún momento. Eso sí, Paco Roca siempre atendía con una sonrisa y con buenas palabras, tal y como cuando a Raquel le dedicó El invierno del dibujante.   

 


Algunos encuentros más dejó la jornada además de los ya referidos. Por una parte, en la zona de firmas, tuve el placer de desvirtualizar a Ángel Vela, autor del estupendo módulo lovecraftiano La corona de flores y, por otra, reencontrarme con el doctor Pedro Manuel Ruiz Lázaro, otro gran amante de este tipo de festivales. A su vez, también me reencontré con Jaime Martín para que me dedicase Un oscuro manto y coincidí por vez primera con Javier Romero en el puesto de GP Ediciones, de tal forma que tras hablar con él no pude sino comprar La noche en que Bunbury fue Elvis y Eva Amaral hizo los coros, intrigado por la propuesta del cómic y sus cautivadoras palabras.

 


Y ese fue mi pasó por el Salón del Cómic de Zaragoza en su primer día de la edición de 2024. Los resultados habían sido francamente buenos: no solamente había cumplido con todo lo planeado para ese día pese a la sombra del viernes 13, sino que incluso también con alguno más. Con esto, quedaba el camino expedito para que el sábado 14, día gordo del evento, pudiera centrarme en dos cuestiones: los invitados que asistirían el fin de semana y los fanzines.

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