Por cuarta ocasión tuve el placer de asistir al Salón del Cómic de Zaragoza un año más y por cuarta vez la organización me concedió pases de prensa que aprovecho para agradecer por aquí antes de empezar la presente crónica.
A eso de las 16:30 empezó el evento comiquero aragonés y, como suele ser costumbre, el viernes fue el día más tranquilo para circular por el mismo. Poco después de entrar ya se percibía algo encantador: puestos llenos de tebeos, ya fueran de editoriales o librerías, con el público curioseando, hojeando, leyendo y comprando tomos. Algo de merchandising, por supuesto, también había, pero el salón del cómic fue, ante todo, un salón de cómic y no de mercadotecnia.
Pero a lo jugoso de estas ocasiones: los autores dedicando
su obra. Y el estreno de esta edición lo obtuvo un servidor con un veterano de
estas citas como es Jordi Bayarri, de tal manera que pasaron a mi poder el
segundo tomo de Crónicas de un calzador de mesas y su Ramón y Cajal
de su Colección de Científicos, saga biográfica de cuyo éxito me alegro enormemente
por como acerca la cultura a los lectores más pequeños.
Entre que uno callejeaba por los tres pasillos del Auditorio
de Zaragoza (y con la siempre enternecedora imagen de los padres transmitiéndoles
a sus hijos el amor por el noveno arte), me topé con el stand de Fandogamia y,
allí dentro, con María Jiménez, autora que se puso manos a la obra para
dedicarme Entre enfermeras.
No mucho después, divisé al veterano Antonio Altarriba.
Entre que me dedicaba El cielo en la cabeza, estuvimos hablando sobre Ruanda,
el Congo y todo lo que había detrás del cómic, documentación incluida. Hablaba
tan bien y con tanto donaire que probablemente, de no haberla tenido ya, lo
hubiera comprado de haber oído su oratoria… tal y como pasó con Raquel Asorey,
la estupendísima fotógrafa a las que los lectores de este artículo pueden
agradecer las fotos de esta crónica.
De Norma pasamos a Grafito, editorial que casi de manera constante
tenía uno o varios autores dedicando sus obras. Pasaba a mi poder, en esta
tesitura y con boceto incluido, la segunda parte de Vampi, así como más
adelante algún regalito también dedicado, pero para sus futuros dueños.
Sin duda el punto de encuentro más transitado para aquellos
que querían tener su obra dedicada por guionistas e ilustradores fue la zona de
firmas de autores, la cual no pasaba desapercibida para los visitantes por dos
motivos: por un lado, su grande, bello y colorido cartel y, por otro, la presencia
casi continua de gente que hacía colas para obtener dibujos y rúbricas de los artistas
allí presentes. Así, por ejemplo, un servidor consiguió sus buenas
ilustraciones en ¡Jaca sublevada! de Manuel Granell y Juanarete. Sin
embargo, es de justicia decir que, con diferencia, los autores más cotizados y
solicitados fueron Aneke y Paco Roca; y es que para este último la organización
se vio incluso obligada a repartir un número limitado de papeletas entre los
asistentes para que el entrañable autor valenciano pudiera descansar en algún
momento. Eso sí, Paco Roca siempre atendía con una sonrisa y con buenas
palabras, tal y como cuando a Raquel le dedicó El invierno del dibujante.
Algunos encuentros más dejó la jornada además de los ya
referidos. Por una parte, en la zona de firmas, tuve el placer de
desvirtualizar a Ángel Vela, autor del estupendo módulo lovecraftiano La
corona de flores y, por otra, reencontrarme con el doctor Pedro Manuel
Ruiz Lázaro, otro gran amante de este tipo de festivales. A su vez, también me
reencontré con Jaime Martín para que me dedicase Un oscuro manto y coincidí
por vez primera con Javier Romero en el puesto de GP Ediciones, de tal forma
que tras hablar con él no pude sino comprar La noche en que Bunbury
fue Elvis y Eva Amaral hizo los coros, intrigado por la propuesta del cómic
y sus cautivadoras palabras.
Y ese fue mi pasó por el Salón del Cómic de Zaragoza en su
primer día de la edición de 2024. Los resultados habían sido francamente
buenos: no solamente había cumplido con todo lo planeado para ese día pese a la
sombra del viernes 13, sino que incluso también con alguno más. Con esto, quedaba
el camino expedito para que el sábado 14, día gordo del evento, pudiera centrarme
en dos cuestiones: los invitados que asistirían el fin de semana y los
fanzines.
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