domingo, 23 de enero de 2022

El bosque de los suicidas, de El Torres y Gabriel Walta

En la reseña de hoy toca hablar de El bosque de los suicidas, tebeo que cuenta al guión con El Torres (https://twitter.com/ElTorres72) y al dibujo con Gabriel Walta (https://twitter.com/ghwalta).

 


Aokigahara es un bosque tristemente célebre en Japón por ser un foco de atracción para aquellas gentes que buscan quitarse la vida. Este es el caso de Masami, joven que se suicida tras romper con Alan, su novio. Pero la mala muerte no supondrá ni mucho menos el final del dolor para Masami o Alan, ya que el espectro de la primera empezará a atormentar al segundo. Solo alguien puede llevar la paz a este par de almas rotas: Ryoko, una guardia forestal que conoce Aokigahara más de lo que le gustaría…

 

Dentro de la ficción, uno de los elementos más subjetivos que hay es el terror. Y es subjetivo por el hecho de que un mismo elemento, en distintas personas, puede provocar lo mismo pavor que no amedrentar. Un servidor se encuentra entre estos últimos en lo que respecta a El bosque de los suicidas. Ahora bien, es obligado comentar que la obra me ha dejado mal cuerpo. ¿Cómo es esto posible? Pues a través de otras sensaciones igualmente poderosas como son la desesperación, la tristeza y el arrepentimiento: el comic ahonda mucho en ellas, haciendo que esas emociones pesen en el ánimo del lector. Ese es, probablemente, el mayor logro de la presente trama, aunque hay otros elementos bastante destacables. Para empezar, la manera de llevarse al papel la relación de Masami y Alan, sin que ninguno de los dos sea el malo ni el bueno en el tema de la ruptura; también la fortaleza de Ryoko y los motivos para que trabaje en un sitio tan inhóspito, con una poderosa y verosímil razón de ser; e incluso la más o menos sutil lucha de lo tradicional contra lo moderno también tiene su miga. Tampoco se puede dejar sin mencionar varias narraciones paralelas que hay a lo largo de la trama, estando estas muy bien estructuradas tanto en las viñetas como argumentalmente.



Respecto al dibujo, Gabriel Walta lleva al tomo un ambiente sucio y pesimista muy conseguido. Así, por ejemplo, no hay personaje (con la notable excepción de Ryoko) que no sea en, al menos un momento dado, desagradable a la vista, con formas y sobre todo, expresiones faciales, que rayan lo esperpéntico. Buena parte de los ambientes del tebeo, ya sean estos urbanos o naturales, vienen acompañados de una atmósfera opresiva y/o tristona que ayuda a meterse mucho en la trama. Lo sobrenatural no es precisamente sutil, sino angustioso y dramático, cumpliendo aquí también el ilustrador más que bien. El color ayuda en mucho a todo lo comentado anteriormente, con unos negros claustrofóbicos y unos verdes y marrones desagradables, como de miasma.



En conclusión, si os gustan las obras con mucho de psicológico, inquietante y sobrenatural, no dudéis en darle una oportunidad a El bosque de los suicidas. Podéis haceros con este comic de Karras de 104 páginas por un precio de 18€ una vez sea reeditado tras su merecido éxito por la ya citada editorial.  

 

Por último, la dedicatoria que me hizo el amable El Torres durante el Salón del Cómic de Granada de 2021. ¡Gracias de nuevo!



domingo, 16 de enero de 2022

Reseñando fanzines

En esta primera reseña de 2022 toca hablar de un buen puñado de obras autoeditadas con unos cuantos artistas españoles detrás de su autoría.



Para empezar, tenemos Simbiosis, de Carnomiuart (https://twitter.com/carnomiuart), un conjunto de 31 microrrelatos acompañados todos y cada uno de ellos de ilustraciones de sus más o menos sufridos protagonistas. Y digo “sufridos” por haber una inquietante plaga de esporas en el bosque en donde transcurre la trama que tiende a enloquecer y corromper a sus moradores, jugando la autora más que bien con las paradojas y, muy especialmente, con las metáforas a lo largo del tomo. El dibujo (realizado con ocasión del Artober 2020) combina más que bien con el trasfondo oscuro de la trama, con animales lo mismo reales que imaginarios tal y como zorros y conejos o dragones, muy estilizados, con gran predominio de las tonalidades plateadas y doradas, las cuales suponen un buen contraste con los fondos negros.

 


Luego tenemos Las aventuras del Chico Melocotón, de Yutaro J. Miralles (https://twitter.com/YutaMiraKoba), tebeo en el que está muy presente el cuento japonés de Momotaro, pero en un marco actual. El autor sabe llevar muy bien todo lo que es la intriga de la trama, puesto que al acabar el primero de los cuatro volúmenes que conforman la historieta deja con muchas ganas de más y, sobre todo, saber si se cumplirán ciertos funestos vaticinios. El dibujo, por su parte, tiene un toque macarra que será muy del gusto de los fans de Gorillaz, siendo especialmente llamativos los diseños de los animales, tal y como el perro, por combinar lo anterior con un punto onírico e incluso de pesadilla.



Seguimos con Love (mal), de Blankipur (https://twitter.com/blankipur), en donde su autora se abre a los lectores y cuenta alguna de sus experiencias más íntimas y personales en lo que al amor respecta, sobre todo en lo referente a los miedos y a la ansiedad, de manera bastante valiente y sincera. La estructura del tebeo a más de a uno le parecerá bastante caótica y anárquica, pues más que un guión narrativo tiene uno lírico, pero el sentimiento de empatía hacia lo que se cuenta es fácil de desarrollar. El dibujo es el punto flaco del tebeo, ya que peca de minimalista, aunque con un sentido del humor muy ácido, eso sí.

 



Por último, tenemos Kimar, de Paloma Sánchez (https://twitter.com/Paloma_Hato), en donde el marinero Tristán se salva de morir ahogado tras caer por la borda de su barco gracias al tritón Kimar… resultando que ambos ya se conocían del pasado. Bonita historia de amor que nos ofrece una de las mitades de Ink-U Studio en la que, si bien hay que prestar más atención a las erratas de cara a futuras ediciones y obras, el perdón, sacrificio y cariño entre los dos protagonistas es bastante conmovedor (particularmente tierno es el primer encuentro de ambos, de niños), con un mundo que la autora, a través del epílogo, deja bastante claro que todavía puede dar mucho juego. Respecto al dibujo, Sánchez ha mejorado de un tiempo a esta parte a los lápices, y si bien de vez en cuando hay alguna postura demasiado rígida, los personajes tienen movimientos y gestos fluidos por lo general, con una más que buena labor de coloreado de fondo.