En la reseña de hoy toca hablar de Hijos de la ira, tebeo que cuenta al guión con Damián Campanario (https://www.facebook.com/damian.c.hernandez) y al dibujo con Nico Naranjo (https://www.facebook.com/niconaranjoart).
La ciudad de Trivissa es el objetivo de la Confederación de
los Estados del Norte (o CEN) debido a las riquezas de sus minas. Gracias a sus
poderosas máquinas de guerra, el primer asalto de la CEN contra la urbe es
demoledor, dejando tras de sí un gran rastro de ruinas y muertes. Sin embargo,
Trivissa no se rinde y sigue plantando cara al invasor, al cual no le queda más
remedio que formalizar el asedio. Lo que CEN no sabe es que la ciudad que
ambiciona está preparando un ambicioso contraataque en el que combatirá fuego
con fuego…
Las obras con robots gigantes pilotados o mechas
están en el imaginario del noveno arte gracias a clásicos japoneses como Mazinger
Z, Escaflowne o Evangelion, siendo este un subgénero bastante
consolidado dentro del shonen y del seinen. Ahora bien, esto no
que quiere decir que no se puedan poner enfoques originales a las obras de esta
temática. Y ejemplo de ello lo tenemos en Hijos de la ira, obra española
para más señas. ¿Y por qué subrayar (sobre todo en este blog) la nacionalidad
de la obra? Por el carácter asimétrico de su guerra, es decir, su temática
guerrillera: la ciudad de Trevissa tiene muchísimos menos recursos que la
Confederación en terrenos como el económico, tecnológico, humano o industrial,
por lo que inician la guerra en seria desventaja. ¿Cómo paliar esto? Con
tácticas guerrilleras: ataques relámpago, conocimiento de la zona de combate,
apoyarse en las ventajas del terreno (tanto para provocar emboscadas,
aprovechar la cobertura o tender trampas), usar lo saqueado en contra de sus propietarios
originales, operaciones de sabotaje, contar con el respaldo de la población
local… Algo muy, muy similar a lo que se vio en Zaragoza durante los asedios
napoleónicos de 1808 y 1809. Todo ello logra una experiencia bélica verosímil y
lógica pese que estemos hablando de un hipotético universo de ciencia ficción,
un tanto lejano de la actualidad. Por otra parte, las bajas civiles por
bombardeos y derrumbamientos sitiadores contribuyen a recordar que, pese a que
la guerra tiene un componente épico importante, también tiene otro mucho más
oscuro: el trágico, el que destruye familias y hogares.
Ahora bien, si hablamos de las obras de mechas, no
pueden dejarse sin mencionar a los pilotos que los tripulan, por ser piezas
fundamentales de la trama. Tal y como mandan los cánones del género, estos son
adolescentes por un par de motivos argumentales, aunque no deja de ser
interesante el cómo se aborda el espinoso asunto de los niños soldado y de cómo
la psicología de la propaganda, la venganza y la emoción los seduce. Yendo ya a los
personajes principales, podemos hablar de cinco. Para empezar, tenemos a Kir,
el único que ya pertenecía al ejército de Trivissa antes de que comenzase la
guerra, por lo que es el más marcial y centrado del grupo; la estoica Zoya; el
macarra de Kolov; el impulsivo Marek; y la carismática Wira. Me ha gustado
especialmente que sean personajes con desarrollo, así como los momentos de amistad
y camaradería que comparten entre ellos entre batalla y batalla, aunque es una
pena que los autores no le hayan podido dedicar alguna viñeta más a todo esto,
pero el espacio es el que es. Más crítico hay que ser, sin embargo, con que los
antagonistas (con la notable excepción de Lia), sean en general bastante
maniqueos, sin puntos con los que empatizar. Mucho más complejo en este sentido
es el padre de Kir, militar de carrera, pese a estar dispuesto a emplear niños
soldado aprovechando los deseos de venganza de estos, tal y como se verá según
avanzan las páginas del tomo.
Respecto al dibujo, Nico Naranjo ha consolidado en mucho su
estilo frente a anteriores obras suyas por aquí reseñadas, como por ejemplo La
patrulla Tucán, tal y como se puede ver en elementos como las caras o las
siluetas de los personajes, mucho más definidas. Choca el contraste con los
paisajes anteriores de este ilustrador, sustituyendo lo verde y boscoso por los
grises y ocres de lo urbano, con devastadas ruinas propias de un bombardeo. Pero
vayamos a los importante de una obra de mechas: los robots. Estos son bastante grandes sin
llegar a ser colosales, es decir, están más próximos a un tercer piso que a un
rascacielos, algo bastante práctico si tienes que luchar en un entorno urbano
mientras te desplazas por las calles y buscas cobertura. Mientras que las máquinas
de guerra de la CEN, con excepción de la capitana, siguen el mismo modelo
uniforme, bien distinto es el diseño de los robots de Trivissa, pues no hay dos
iguales: el de Kir recuerda a un samurái con sus protecciones, el de Wira a una
rapaz por su cabeza y sus piernas… Además, se ha hecho un esfuerzo visual por
demostrar los problemas que se han tenido para fabricar cada mecha con piezas de
distintas procedencias y materiales, detalle que se debe apreciar. Los combates
son tan espectaculares como uno se puede imaginar, aunque más que usarse la
fuerza bruta sin más, hay cierta estrategia detrás de ellos, con la ya
comentada guerra de guerrillas, y hay detalles aquí y allá que ayudan a
plasmarlo: no poder disparar con un aliado en medio de tu línea de fuego,
coordinación, dirigir los golpes a puntos débiles del enemigo…
En conclusión, si os gusta el género de los mechas,
no dudéis en darle una oportunidad a Hijos de la ira. Podéis haceros con este
tebeo de Nuevo Nueve de 142 páginas por un precio de 22€.
Por último, la dedicatoria que me hizo en el tomo el amable
Nico Naranjo desde su mesa de trabajo hace algunas semanas, y es que con la
actual pandemia se aprecian este tipo de detalles (orquestados por Omega
Center) para suplir de alguna manera el vacío que está dejando la ausencia de
eventos comiqueros. ¡Muchas gracias!