Tuvo la Japan Weekend de Madrid de febrero de 2020 el triste honor de ser el último gran evento comiquero madrileño antes de la pandemia. Ahora bien, año y medio después, el festival ha vuelto con una nueva edición para ofrecer un fin de semana de entretenimiento para aquellos que gustan de la cultura nipona.
Al igual que en febrero de 2020, la presente edición ha sido
ubicada no solo en IFEMA, sino también en los pabellones 12 y 14. Hay que decir que la venta de entradas solo se hizo vía online y de manera
limitada para asegurar un buen aforo en virtud de las medidas sanitarias. Y,
aunque es cierto que mucha gente se quedó sin poder adquirir una entrada (basta
con echar un ojo a las redes sociales para corroborarlo), la verdad es que la organización logró
que en ningún momento hubiera agobio en los pasillos.
Las entradas a los pabellones fueron ordenadas en todo
momento y tanto organizadores como asistentes se tomaban bastante en serio las
medidas de seguridad, no faltando prácticamente en ningún puesto que recuerde
gel para lavarse las manos. En el pabellón 12, el más cercano a la entrada de
IFEMA, contenía sobre todo puestos comerciales, con mucho merchandising pero
con poquitos volúmenes de manga, algo que nos dolió a los más bibliófilos.
Esto último se corregía de alguna manera en el nexo entre los pabellones 12 y 14, zona en la que se erguía, en todo su anaranjado esplendor, la Gran F: Fandogamia, única editorial de tebeos en el evento. Aproveché la circunstancia para saludar a sus integrantes tras mucho tiempo sin verles cara a cara y, tras estar un rato de charleta con ellos, adquirirles Threason, una de sus novedades. Acto seguido, tuve la suerte de toparme con la mesa de ESDIP, academia que además de promocionar sus clases, tenía a varios de sus alumnos haciendo dibujos para todos aquellos que se acercasen. Un servidor sin ir más lejos se pudo hacer con uno de la más que prometedora @c.daurica mientras hablamos del cyberpunk.
A continuación, ya en el pabellón 14, se desplegaba ante mí
el Artist House, el área ideal para conseguir obras y elementos autoeditados
que no se pueden conseguir de cotidiano. Los pasillos que separaban las mesas
de los distintos artistas fueron, por este motivo, bastante transitadas por el
público, buscasen pegatinas, llaveros, pósteres, postales o dibujos
personalizados.
El primer puesto al que me llevaron mis pasos fue el de
Estudio Katastrófico, obteniendo allí Mermay: Cuentos de sirenas dedicado por
Kaos, su autor.
No faltaban no muy lejos de allí zonas de descanso y entretenimientos varios, como un área de dibujo o la siempre de agradecer zona de hostelería, muy concurrida por el público a partir de las 13:00 pese a que no había tanto abanico de ofertas como en años anteriores.
Seguí desfilando ante los puestos del Artist House, cayendo
en mi poder, de esta manera, Mabon, de Anabel Reina (tomo para practicar
labores de coloreado al que le tengo bastantes ganas). Poco después caería también
dedicado el octavo tomo de Planeta Manga por cortesía de Toni Caballero,
el cual se las apañó más que bien para compensar la falta de espacio en blanco
en el tomo con astucia y habilidad por medio de una pegatina que le permitió
regalarme la vista con la protagonista de Backhome.
Poco después de aquello reparé en la zona de stands no comerciales, con puestos más pequeños que los del Artist House, pero igualmente disfrutables e interesantes. Así, por ejemplo, le compraría a Blankipur su Love (mal), así como unos cuantos fanzines y postales más que dejo a continuación.
Tras serpentear un buen rato por toda la sección anterior, deambulando por los pabellones, fui reparando en otras cuestiones, como un par de exposiciones para recrearse la vista, tal y como la dedicada a la serie de La heroica leyenda de Arslan o la de itasha dedicada a los vehículos personalizados con anime.
Otras actividades tenían que ver con conferencias y
conciertos como los que aparecen en las siguientes imágenes. Aquí no se puede
evitar señalar que, si bien es cierto que la mayor parte de los asistentes respetaron
con celo la normativa de seguridad, también es cierto que algunos particularmente
inconscientes no se comportaron con la madurez debida, tal y como ocurrió con
la infame conga que la organización se apresuró a disolver.
Más seguridad transmitían los numerosos cosplayers que
acudieron al evento con sus mejores galas, destacando por su cantidad de representantes
las series de Promised Neverland, Demon Slayer o Tokyo Revengers, buena parte
de ellos menores de edad, dando gusto ver que la lectura de mangas o el visionado
de anime atrae cada vez a un público más joven. Pese a que ver a según que
personajes embozados con las mascarillas les quitaba cierto misticismo y producía
cierta melancolía por todo lo que tiene que ver con la epidemia, añadieron,
como suele ser costumbre, más colorido y mejor ambiente al evento.
Para ir acabando, tampoco se puede dejar mencionar el homenaje póstumo que la organización de la Japan Weekend rindió a Adrián, uno de sus miembros, con una capilla sencilla pero muy emotiva.
En conclusión, esta Japan Weekend de Madrid, ya tras el confinamiento, ha sido un evento no tan masivo como los de ediciones anteriores y con un público que gastaba menos, algo que me comentaron en varios puestos el sábado, por ser sus ventas más flojas que en otras ocasiones, pero que supone una cierta vuelta a la normalidad para el ocio y la cultura de los jóvenes y no tan jóvenes. Un servidor, por su parte, espera con ganas la edición de febrero de 2022, con el deseo de que todo vuelva a ir a más.